PnF: 25 dias de navidad. D2

Día 2:

Haciendo tarjetas de navidad

Lo cierto era que las tarjetas de navidad nunca le habían interesado mucho. La mayoría de las veces no solía ni siquiera detenerse a mirarlas. Así que era lógico que ahora no entendiera muy bien lo que estaba haciendo, o mejor dicho, lo que estaba tratando  de hacer.

Se había pasado más de media hora de pie frente a un aparador, simplemente mirando y descartando entre las diferentes tarjetas, tratando de hallar alguna que sea adecuada o que, de alguna manera, encajara con lo que estaba buscando, pero como era de esperarse no había encontrado nada.

Heinz bufó con fastidio, maldiciendo el momento en que se le ocurrió esa idea. Desde luego que era pésima. Es decir, era más que obvio que no encontraría nada apropiado para expresar bien una amistad/enemistad. Solo que no esperaba que fuera tan difícil.

En primer lugar, no estaría en ese lío si no habría decidido darle a su némesis un día libre (el día de navidad, para ser exactos), pero pensó que se lo merecía (además que Perry había estado muy irritable últimamente y él prefería no tratar con su ira, no con la "real"). Sin embargo, había pensado que mandarle una tarjeta, al menos, sería un buen detalle, ya que no podría darle su obsequio hasta después.

Así que, al no encontrar nada, decidió hacerlo por sí mismo. Sería más fácil, después de todo.

Pero de nuevo, lo que sonaba fácil no lo era en absoluto. No sabía que palabras serían las adecuadas ni cómo expresar un "feliz día" y al mismo tiempo un "te odio". Le llevó más de dos días completos terminarla. Estaba redactada en un papel fino, tenía un único dibujo en la portada y contenía más divagaciones que un mensaje claro en sí. No estaba satisfecho con el resultado, pero supuso que era mejor que nada.

Le tomó un poco de valor (en realidad mucho) para lograr enviarla a la O.W.CA., pero una vez que lo hizo sintió una mezcla de alivio y pesadumbre.

En retrospectiva, tal vez no era una buena idea, pero lo hecho, hecho estaba y no había vuelta atrás. Solo esperaba que no terminara haciendo el ridículo. No mucho, al menos.

Poco sabía él que, al otro lado de la ciudad, al recibir la dichosa tarjeta, Perry simplemente sonreía.